El Big Boss retornó a Santa Cruz y nuevamente dejó huella… dejó su marca que lo confirma como el rey indiscutible del reggaeton, no solamente por los discos vendidos y las canciones que suenan en todas las radios de Latinoamérica, sino, sobre todo, porque Daddy Yankee es uno de esos pocos reggaetoneros que es capaz de manejar al público a su antojo, sólo con frases improvisadas y la energía de su música, antes que con cualquier otro recurso fácil, como un meneo de caderas o baladas artificiosas.
Y así lo hizo anoche, desde el momento en que subió al escenario del Tahuichi Aguilera, aproximadamente a las 23:10, luego de una prolongada espera, en la que tres grupos de jóvenes bailarines no lograron animar mucho al impaciente público cruceño.
Cuando se apagaron las luces del estadio, en las siete pantallas gigantes comenzaron a aparecer imágenes del artista, al mismo tiempo que se iniciaban los primeros acordes de Somos de calle. Las más de 20.000 personas estallaron en un sólo grito al ver a su ídolo vestido con una campera oscura y un gorro en la cabeza para protegerse del frío, el mismo que no fue óbice para calentar la noche con su música y con la ayuda de sus bailarinas, que le pusieron la candela suficiente como para competir con las llamaradas de fuego que provocaron sobresaltos entre los presentes.